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Si la idea del ejercicio matutino o el gimnasio te está agotando, no estás solo. Aunque la actividad física es indudablemente buena para la salud, no siempre es agradable. En la mayoría de los casos, la mayor resistencia no es el cuerpo, sino nuestras propias creencias sobre cuánta incomodidad podemos soportar. Sin embargo, los científicos ofrecen un mensaje esperanzador: nuestro umbral de incomodidad no es constante. Un nuevo estudio reveló que el cerebro puede ser entrenado y que la resistencia psicológica se fortalece incluso para aquellos que son físicamente «inadecuados» para los deportes.
La capacidad de soportar la incomodidad aumenta gradualmente
Según Marcelo Bigliss, profesor de la Universidad Internacional de Florida, la resistencia psicológica fortalece la autorregulación, la capacidad de controlar las dudas, la frustración y otras emociones negativas mientras mantiene la atención a los deportes.
«Puede pensar que es una baja resistencia psicológica o su carácter, por lo que es difícil hacer ejercicio regularmente. Pero nuestros datos muestran algo más: las personas que se mueven poco y tienen baja tolerancia a la incomodidad se convierten en un nuevo punto de partida, que luego facilita el desafío de un mayor entrenamiento».
El cerebro naturalmente aprende de experiencias estresantes. La tensión física, como ejercicio intensivo, activa la respuesta de «lucha o carrera» del cuerpo y promueve adaptaciones a largo plazo. Tales experiencias crean «puntos de referencia» psicológicos para ayudar al cerebro a prepararse para los desafíos futuros. En términos simples, la capacidad de soportar la incomodidad aumenta gradualmente.
Medición de reacciones cerebrales y corporales al estrés
Un grupo de científicos dirigidos por M. Biglissi estudió cómo las personas responden a los estresores severos: ejercicio intenso y prueba de agua fría, cuando se sumerge a mano en agua helada hasta la muñeca por hasta tres minutos.
Además de monitorear la actividad cerebral con un electroencefalógrafo (EEG) y el análisis de datos de la inteligencia artificial, el equipo registró la variabilidad de la frecuencia cardíaca y evaluó el estado de ánimo de los participantes con cuestionarios.
En el primer experimento, los científicos compararon la tolerancia al ejercicio autoevaluado de los participantes con la capacidad de mantener su mano en agua fría sin presionar el puño. Resultó que las personas de mayor tolerancia soportaron molestias durante casi un minuto. Curiosamente, los participantes de baja tolerancia se sintieron más seguros después de la prueba.
Al siguiente experimento asistieron 34 pequeñas personas activas o no atléticas. Realizaron una prueba de agua fría, seguido de un intenso entrenamiento en una bicicleta estacionario a la vez. Los participantes describieron los momentos de la mayor carga como levantamiento, a veces incluso agradable y menos doloroso de lo que esperaban.
La conclusión de los científicos es clara: al probar nuestros límites y cambiar las actitudes hacia el estrés, la incomodidad y el dolor, podemos estar más motivados para hacer ejercicio.
Sin embargo, es importante elegir la complejidad de la capacitación de acuerdo con sus capacidades: el objetivo no es experimentar constantemente fallas, ya que está desmotivada más rápido.
Por ejemplo, si ha estado inactivo durante mucho tiempo, no debe alcanzar inmediatamente 10,000 pasos al día. Es mejor comenzar desde menos distancias y aumentar gradualmente.
Bigliss llama a «jugar con estrés» para no temerlo, sino aprender a usarlo para nuestro propio beneficio.
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